Los primeros cristianos fueron también los primeros profesores de la historia, porque profesaban, es decir, declaraban públicamente su fe, aunque pudiera costarles la vida. La palabra se formó a partir del latín profiteri, del mismo significado, formada por fateri (confesar) con el prefijo pro- (delante, con el sentido de “delante de todos, a la vista”). Tiempo después, un profesor pasó a ser aquel que “profesaba”, es decir, que declaraba públicamente que poseía conocimientos en determinada área del saber y que podía trasmitirlos.